domingo, 16 de diciembre de 2012

Noche de sábado.


Pero vos.

Si pudiera volver el tiempo atrás, jamás lo volvería a aquellos días en los que fuimos felices. Esos ya están guardados, ya están completos.
Volvería el tiempo a esa noche de miércoles en la que no fuimos felices, ninguno.
Esa noche en que intentamos ser los de antes, pero no funcionó; y el tiempo se hizo carne entre nosotros, carne de la mala. Y la noche perdió la magia y fue solo oscuridad. Y nosotros. Nosotros fuimos dos, dos que no se conocen y se tienen recuerdos.
Fui, y soy, la atracción principal en este circo de lo patético, que rueda por el barrio y aburre con su música de siempre, y no sorprende con sus trucos ensayados. Circo de lo habitual, de la gimnasia diaria.
Pero vos.

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Mucho más.

Más. Mucho mas que un tipo que carga un arma, y mira al horizonte siguiendo una línea recta. Ese horizonte africano de atardecer, con colores amarillos y anaranjados.
Más que ese tipo que mientras observa impaciente a través de la mira, se limpia el sudor, pero sin dejar jamás de buscar.
Mas que cuando ese tipo encuentra su blanco, y su blanco es un tipo como el, que tiene brazos y piernas, y que es negro y usa ropas parecidas.
Mucho mas que ese tipo, cuando aprieta los dientes, aguza la visión y escurre el gatillo, sin dejar de apuntar al negro que va corriendo.
Aun más que ese tipo, que resiste cerrar el ojo a pesar del estruendo del rifle, y ve como vuela la cabeza de su par, de su coterráneo.
Infinitamente más feliz hubiera sido yo, que este tipo que se acerca al tibio cadáver  y ve asomar un diamante de la mano del reciente muerto, si hubiera visto asomarse uno de tus dientes, en una sonrisa.