miércoles, 9 de diciembre de 2009

Desayuno de campeones.

Estábamos en el café que esta cerca de la Terminal de ómnibus, los dos con la misma facha. Esa de que se nos esta haciendo larga la noche, aun cuando ya es de día.
Ella con la pintura corrida, con unas arcadas de lo más disimulables al tomar un café con leche. Yo sentado, el único modo que tenía de contener la comida y bebida dentro de mi cuerpo. La mire fijo hasta que se me cayó la baba, ahí me di cuenta de que o le decía algo o me iba.
Me acerque, me senté en el taburete del lado, y me quede mirándola un rato. Se contorneaba como un gato en pleno ronroneo.
Arrime la cara a su oreja, y casi en secreto le dije: “tenes un pedazo de brownie en los dientes de adelante”, ella se alejó despacio, mira para el otro lado, y volvió a mi.
“Gracias, querido” respondió.
En su aliento, a pesar del desayuno y el olor a cigarro, pude oler vodka. Como si estuviera metiendo la nariz en una botella.
Como yo ni siquiera sabia a que olía, pero no podía ser peor que ella, comencé con mi discurso, que no pretendía nada más que sinceridad. “No espero que lo nuestro sea mas que un puñado de espermatozoides mal gastados”, me despache.
La mujer se levanto del asiento, me tomó la mano e intento dar un paso. Falló.
En una fracción de segundo, paso de sentada a parada y de parada a acostada.
Bueno, son cosas que pasan, le dije mientras la ayudaba a incorporarse.
Tenía el labio partido y sangraba un poco de la nariz, pero seguía siendo linda; sin sacarla de contexto.
Caminábamos con dificultad e intentábamos manosearnos un poco, pero era complicado, así que la mayor parte del camino fuimos concentrados en seguir caminando. Balbuceábamos estupideces, al fin de cuentas no nos importaba mucho más que el envase del otro.
Llegamos al departamento. Parecía bonito, ella era estudiante universitaria. No recuerdo de que carrera, pero recuerdo que tenia unas tetas como de litro y medio.
Pasamos derecho a la habitación, evitando situaciones incomodas. Al llegar, se sentó en la cama.
Dame un segundo, dijo, me siento medio mareada.
Cerró los ojos, y yo, ni lerdo ni perezoso, saque el pito y se lo acerque a centímetros de la nariz. ¡Sorpresa!
Abrió los ojos, alejó la cara, como para hacer foco, y se lo metió todo en la boca. Ni besitos ni chupaditas ni nada, todo adentro.
Iba de lo más bien, ponía la mano, chupaba. Sacaba la mano, chupaba. Todo era bueno esa mañana.
Hasta que sentí un húmedo calor por todos lados. Abrí los ojos rápido, muy rápido.
Cuando mire para abajo, tenía todo mojado, si así puede decirse.
Iba desde mi camisa a mis piernas, pasando por el pantalón, los calzones, la cara de la chica. Toda esa linda boquita que me había llamado la atención, ahora embadurnada en porquerías que calcule que todavía tendría en la garganta.
Nunca había visto semejante desparramo.
Me miro a la cara, limpiándose la boca con la mano.
Perdón, si queres mas tarde intentamos de nuevo, me dijo.
Yo respondí sin apuro ni enojo. Flaca, me podrías haber avisado antes de vomitarme encima.
Y nos acostamos a dormir, bañados en brownie, café con leche y vodka.