martes, 4 de agosto de 2009

PORCION DE ALMA

Allí estaba, otra vez en el mismo bar. Por lo general nunca iba los miércoles, porque Sara cocinaba esos días. La muy puta se había ido con el tipo al que alquilábamos el departamento. No le alcanzaba al cabrón con quedarse con mi dinero, también tenia que llevarse a mi chica.
Estaba en la barra. El primero en llegar fue un tal Hank. El tipo no paraba de hablar de caballos, carreras y no sé que otras mierdas, era un fracasado, como la mayoría en el jodido lugar. Un rato después llego uno que se presentaba por su apellido, Belane. Otro imbecil para la colección.
Cinco cervezas después, ahí estábamos, compinches como si nos conociéramos. Belane no paraba de hablar de un pájaro, o no se que jodida cosa roja, mientras que Hank contaba que según lo que el creía, Dios Realmente había creado al ser humano. Su versión no era como todas las otras.
En efecto, Dios creo al hombre, dijo. El hijo de puta tomo una bola de fango, le dio un poco de forma, le dio vida, y la muy imbecil bola andaba para todos lados, chocándose con todo lo que se le cruzaba, así que lo tomo, lo perforo y le puso unos ojos, para que vea. Allí fue otra vez, y esta vez funcionaba, así que decidió hacer algunas unidades más. Pero los jodidos seres seguían siendo estupidos, así que les hizo otro agujero, y los dio voz. Las bolas de fango iban de aquí para allá gritando, pero no se hacían caso, así que lo tomo y les hizo tres perforaciones, pero solo utilizo dos, donde coloco los oídos. Aun sobraba una, en la que no sabia que poner, así que doto a los malditos seres humanos de alma, que fue introducida por la perforación que sobraba, el culo.

Después de contar esa historia terminó su cerveza, cogió el programa de carreras que había dejado sobre la barra y se marcho. Ahí estábamos. Belane y yo, pero como el tipo hablaba de cosas extrañas, y maltrataba al que nos servia, decidí que era un buen momento para volver a casa.
A las tres cuadras del bar comenzó a llover. No era una lluvia pesada, podía soportarse, pero tenía ambos zapatos rotos en la puntera. El lugar a donde trabajaba no gustaba de gastar mucho dinero en el bienestar de sus empleados.
Cinco cuadras después, con las medias ya mojadas, sentí moverse una tripa, ha de haber sido el intestino, porque sentí una bola de excremento bajar desde arriba del ombligo, hasta el culo, la puerta del alma, diría Hank. Todavía faltaban siete cuadras para llegar a mi casa, pero desviando, podría llegar a otro bar que conocía. A estas alturas llovía copiosamente, y la humedad en mis ropas era uniforme, todo estaba mojado, menos los bolsillos.
Me daba ánimo a mi mismo, para no cagarme en el camino. Realmente si lo lograría. Lo hice. Llegue al lugar, y en la corrida pedí a Louis, el cantinero, una cerveza y una medida de güisqui. No pare hasta el baño.
Desabroche el cinturón, deje caer los pantalones, y antes de que llegaran a la rodilla, ahí estaba, sentado en el cagadero. Fue como una explosión. Una gran cantidad de mierda abandono mi cuerpo, salpicando todo lo que encontraba a su paso. Una vez calmado, pero sin despegar mi culo del mierdero, miro hacia el costado y me encuentro con que no hay papel. Estos putos lugares creen que la gente solo tiene mierda verbal para sacar de su cuerpo. Lo mojado de las medias suavizo el momento.
A pesar de andar ya sin una media, con toda la ropa mojada, de que la puta de Sara se había ido con el hijo de mil putas que se quedaba con mi paga, me sentía aliviado, como si me hubiera desprendido de una porción de alma