jueves, 20 de agosto de 2009

Muchacha de ipanema

Faltaban dos días para mi cumple años. Por fin seria mayor de edad.
Era un noviembre calido. Todo iba bien, por primera vez en mi vida sentía que tenía control de mi destino. En un mes terminaría el colegio, era un holgazán, pero me iba bien, era más inteligente que algunos, y más estupido que otros, nada fuera de lo común.
Mi novia de ese entonces, Susy, me había hablado para que vaya a su casa. Me tenía una sorpresa. No veía las horas de que llegase la noche.
Tenía dos regalos asegurados, el de mis padres, un auto; y el de Susy, que no sabia que era, pero prometía bastante.
Sonó el timbre, mis compañeros y yo nos fuimos para el kiosco a tomar unas frescas y jugar al mete gol, pero aun así, el tiempo parecía empantanado en una tarde que no se iba nunca. Finalmente me embriague con los que quedaban en el negocio, y el mete gol quedo en segundo plano. Carlos, que fue mi amigo de siempre, me ofreció unas vacaciones de pelos. Dejaríamos todo, venderíamos lo que pudiésemos y nos iríamos a brasil, todo el tiempo posible.
Allí las chicas bailan, fuman y te la chupan. Todo el mundo es feliz, y les importa un jote el resto del mundo. Viven de fiesta.
Esas palabras quedaron sonando en mi cabeza una y otra vez. Tenía que conseguir cuando dinero estuviera a mi alcance e irme.
El sol se escondía entre los álamos, la cerveza transpiraba y Carlos y yo cantábamos muchacha de ipanema, era más un tarareo que un canto, pero nos bastaba. En poco tiempo estaríamos bailando, fumando y echando polvos, la vida nos sonreía.
Susy! Me había olvidado de Susy.
Me despedí rápidamente de Carlos y salí corriendo. Metros antes de la casa me puse desodorante, que siempre llevaba en la mochila. Toque timbre, apareció ella.
Hijo de una maldita puta, siempre tarde, siempre me dejas para el final. Queres tu regalo de cumpleaños. Estoy embarazada, ese es tu regalo, un hijo de mierda que me va a cagar la vida, pero no me voy a hundir sola. Vos te vas a hacer cargo y me voy a encargar de que la pases tan mal como yo. ¿Feliz?
El mundo se alejaba. Brasil y Carlos se iban en el auto que me iban a regalar. La vida se caía a pedazos, todo ese control que me alegraba ya no existía. Me estaban empujando a la adultez sin consultarme siquiera.
Llego mi cumpleaños. No fue más que una excusa para emborracharme y olvidarme de la realidad. Cerca de las 3 de la mañana me desmaye. Me levante al otro día, y todo era igual de malo, con el agravante de la resaca. Otra vez era domingo, pero era un domingo como los de antes, conflictivo.
Pase todo el día en mi habitación, la mayor parte sentado en mi cama, ni siquiera me puse un pantalón. Estaba arrollado, y la puta Susy no hacia mas que joder por teléfono.
Ni siquiera sabía si ese hijo era mío, me refiero a que la zorra que me acusaba de ser el padre, era dos años mayor que yo, estudiaba en la facultad nacional y vivía sola, por lo que nunca escatimamos en sexo. No tenía el suficiente coraje, ni los fondos para hacerme un análisis de ADN. Además, de cualquier modo estaba jodido, mi padre me había conseguido trabajo.
A las dos semanas termine el colegio, una semana después pasaría de ser estudiante, a operario de una fábrica de amargura en forma de partes automotrices. Allí nadie era feliz. Mi padre tenia 25 años trabajando en el condenado lugar, y apenas podía mantener el agujero en el que vivíamos, la chatarra en la que se manejaba y a la gorda inútil de mi madre.
Hasta el mejor de los días tiene un oscuro atardecer, me dijo Carlos, mientras me mostraba un pasaje a brasil, no se a que parte, no quería saberlo tampoco.
Llego el final de clases. Cerca del medio día nos liberaron. El acto fue patético, todos pretendían ser amigos y se prometían mantenerse en contacto.
Horacio, uno de los nerds se acerco a mí con el mismo discurso.
Horacio, no jodas. En ocho meses voy a tener al hijo que me cago la vida. A donde mierda podría ir una persona con tan brillante futuro por delante. No te ganes una golpiza, dije. El muchacho se alejo con su libreta de teléfonos.
Otra vez en el kiosco, Carlos me pregunto, y por ultima vez, si quería ir con el. Todavía estaba a tiempo.
Tenia ganas de golpearlo, pero simplemente rechace la oferta.
A las 9 de la noche lo acompañe a la estación Terminal, se iba al paraíso. Los jodidos brasileros son tan felices.
Le di un abrazo y se marcho. Terminó la adolescencia. En una semana me mudaría a lo de Susy y empezaría a trabajar. La vida era una mierda, una autentica mierda.
Tuve un hijo, el chico es inteligente y le va bien en todo lo que hace. Susy después de un poco de ejercicio quedo fatal, sigue teniendo un cuerpo delgado y unas tetas para dos bocas. Mis suegros aprecian mi trabajo, el modo en que mantengo a mi familia y toda esa porquería cotidiana que cansa a todo el mundo.
Probablemente te preguntes porque estoy borracho en este bar de mierda, hablándole a un imbecil que lo único que hace es servir copas desde detrás de la barra.
El tipo me mira, con un tedio sobrehumano y pregunta, ¿Por qué?
Veras, este bar solía ser el kiosco, y hoy recibí una carta. Había un papel envolviendo una fotografía. Era una chica de unos 23 años, lo tenía todo. Culo, tetas, piernas, ojos, manos, color. Todo era perfecto. En el papel decía: “olha que coisa mais linda mais cheia de graça” estoy saliendo con una de las chicas que hablábamos. Sabes donde encontrarme…