viernes, 3 de abril de 2009

Te explico la teoría de la relatividad

Domingo. El calor hace alucinar, las zapatillas parecen pegarse al asfalto; y el viento parece haberse olvidado de estas latitudes.
De la puerta deslizable de un carrefour, en Córdoba, sale un estereotipo cordobés.
Lleva una camiseta de Talleres. Sus 150 kilos parecen hacer crujir las costuras. Las manchas de sudor invaden el poliéster, oscureciendo los azules. Sus manos sudan, su cara también. En demasía.
Sus zapatillas. Sus zapatillas alguna vez fueron plateadas, a juzgar por los despojos de colores que rodean el símbolo de Nike. Como le cuesta moverse!
No debe ser fácil portar esa osamenta, no en un día como estos.
La mancha de sudor que comienza en la espalda, se expande hasta su, alguna vez, naranja fluorescente malla. Swinguea los brazos, cual péndulo, para facilitar los movimientos, pero fracasa a cada intento.
Después de unos 10 metros, logran llegar, el y su rechoncha mujer, acompañados por el carrito de las compras, hasta un fiat 600, pintado al cromato vermol (antioxido gris). Tres dedos son todo lo que puede introducir en la manija de la puerta, para acceder al vehiculo. No dista de un circo de elefantes, la serie de movimientos que hace para colocar las compras en el asiento trasero.
Una vez dispuestas las bolsas, se dispone a entrar, cuando escucha la risa de una joven promesa.
Esta nueva clase de "Gerente General" de 28 años. Un joven que halla graciosa la situación de estos 150 kilos entrando en un auto de características particulares, como "el 600". No tiene problema de hacer gracia de ello, ni bien se baja de su Volkswagen Bora 2008.
El estereotípico hincha de Talleres aborta la serie de movimientos necesarios para ingresar al vehiculo, y en tres maniobras se encuentra erguido, caminado en dirección al joven del aire acondicionado en auto caro.
Al percatarse de la situación, el risueño joven se paraliza, no logra siquiera emitir un comentario para salvar su pellejo. La mole de sudor y odio se acerca cada vez más.
Así que e´ gracioso, le dice el gordo, tomándole el hombro.
No contesto más que pa...pe...no
Una gota de sudor corrió desde la frente del gordo, evadió al ojo izquierdo, bordeando las ojeras, y circundo la nariz, para ser soplada en la cara del helado gerente, a la voz de: Sentáte. Fue un solo movimiento, no hizo falta fuerza, el miedo movía al joven.
Segundos después, con un pie en cada lateral de la cabeza del poseedor del Bora, el Tallarín se sentaba en el torso del joven, y riendo le preguntaba: ¿te parezco gracioso?
Podían escucharse crujir todas las uniones de los huesos. El sudor de la espalda del gordo empapaba la camisa Cardon celeste del joven. Su cara, roja a estas alturas, parecía estar a punto de estallar, sacudiéndose para tomar un último respiro.
La intención no era matarlo, así que contaría hasta 5 mientras estaba sentado. Cuando iba por el numero dos, se percato de que habían dos letras en el cartel del hiper que no andaban. Cuando termino de hilar estos pensamientos, el joven no esperaba salir vivo de la situación.
Finalmente, se levanto, dejándolo tirado en el piso, y después de las maniobras necesarias, se introdujo en su auto y se marcho.


He ahí la relatividad de las cosas.