viernes, 3 de abril de 2009

Siesta Obligada

Decidido a irme, necesitaba una escapada. Tome mi caja de herramientas y partí.
Me gustaba decir que no tenía destino, pero sabía a donde terminaría mi recorrido. Mi auto no llegaría más lejos, por razones mecánicas.
Parque sarmiento, domingo por la mañana. No espero grandes aventuras, pero tengo la necesidad de crear.
El olor a nafta, el ruido molesto del motor, como si uno estuviera sentado sobre el, son de las peores características de mi citroen. Pero sirve.
En pleno ataque de arte, me dispongo a tallar un árbol que, aparentemente, la municipalidad ya no necesitaba.
Me paro a dos pasos del enorme material de que dispongo, lo veo. Intento encontrarle las formas, espero sus sugerencias. Leo sus vetas y me siento listo. Allá voy.
A pesar de que mis esculturas son monotemáticas, uno debe saber entender, o leer el tamaño y algunas formas, antes de empezar.
Lo correcto seria mi martillo de carpintero, pero arranco con el mazo de goma.
15 minutos de trabajo y siento una molestia en el hombro. Debería hacer deporte, o algo. A falta de analgésicos, enciendo un cigarrillo. Le doy la espalda a mi obra en proceso; y los veo.
A pesar del estado de decadencia de mi vista, logro reconocerla. Es ella, no hay duda.
Calmado, me repito por dentro. No hablan, no se miran, no van de la mano. Ha de ser solo un amigo.
NO
Ella se paro frente a el, se puso en puntas de pies, apoyando ambas manos en su pecho. Se besaron. Ni siquiera fue un beso de los apasionados, con lengua y besos en el cuello, pero fue suficiente como para hacerme sentir como se hincha mi cuerpo de ira.
Me siento crecer, y solo hasta llegar allá, siento lastima por el. Por lo que le voy a hacer, aunque me supere en masa.
Ya estoy demasiado cerca. Apestan a vodka con speed y fernet. Pelear contra borrachos duele menos, son más blanditos.
¡Que bonito, son un amor! digo sin sacarle la vista de las manos al grandote.
Con cierto pesar, gira la cabeza hasta que sus ojos quedan directamente conectados con los míos. Ella baja la vista, piensa y no dice.
Te conviene correr, le digo. Tan seguro de mi mismo, como Jhon Mc Lane.
Mis ilusiones se rompen al mismo ritmo que mi nariz, al recibir el primer impacto del coloso.
Yo, hasta ahora, suponía que lo de la espalda y los brazos era solo una cosa estética. Me lamento. Me lamento muchísimo mientras el coloso hace que la corriente de sangre que baja por mi pera se lleve las fracciones de los dientes que previamente se encargo de romper.
Demonios, yo creía que iba a estar blandito.
Es mi turno, pienso dándome coraje.
Lo desmiente con la facilidad de un puño.
Me gustaría reírme, pero no tengo tiempo para semejantes usos.
Después de recular tres pasos, levanto la cabeza. Aun creo que le voy a dar una paliza, pero me conformaría con que no me mate en el intento.
Allá voy. Planeo patearlo hasta quedar paralítico
Dos patadas al pecho y apenas se mueve. Yo no paro de sangrar y me siento frustrado.
Levanta el brazo derecho, promete mucho más dolor. Lo pateo en la entrepierna y retrocedo. Me salve del mazazo, pero no por mucho.
Decidido a seguir pateándolo, lo encaro. Me encuentro con la desgracia de su mano izquierda en mi mentón. Caigo al suelo, no creo que me valla a levantar.
Estoy muy agitado, y la sangre en mi nariz produce burbujas al exhalar. Creí que se iría, pero no. Se queda a divertirse conmigo un rato más.
Después de dos patadas en las costillas, logro acostarme sobre mi costado, de modo que, por lo menos, me golpee en otro lado.
Salta. Temo por mi vida. Si este oso me aterriza encima, esta seria mi última historia.
Otra vez, me equivoque. Si bien es cierto que salto, fue erróneo pensar que aterrizaría sobre mí. Lo único que buscaba era una mejor ubicación. Se para frente a mi cara, pronuncia unas palabras que no alcanzo a entender, y levanta la pierna. Por el amor de Alá. Esto va a doler.
El clásico zapato náutico de rugbier me aterrizo justo en la boca, eso es lo ultimo que recuerdo.
Me despierto 4 horas mas tarde. Sigo en el mismo lugar, tuve tiempo suficiente como para leudar mis dolores, que a estas alturas, ocupan el total de mi cuerpo.
Noto que además de no tener tabique, he sido despojado también del contenido de mis bolsillos y mi calzado. No es un buen domingo, supongo que la próxima vez, me quedare a dibujar en casa.