viernes, 3 de abril de 2009

El Hombre al piano*

Otra vez se encontraron el pianista y ella, hacia años que no se veían, y se notaba. La vida nocturna dejo su marca en sus caras. Arrugas, ojeras, dedos amarillos y una vida vacía para compartir. Realmente hacia años que no se veían.
Sorprendidos los dos por el encuentro, ella nunca pensó que lo volvería a ver.
Él, mientras tocaba una canción que había compuesto para ella, revoleo una mirada fría al público y la encontró. Durante años, cada vez que tocaba en estos bares buscaba ese ser entre él publico, pero nunca la encontraba.
Durante veinte años se habían buscado, pero la noche los había separado y la noche los había vuelto a juntar.
A partir del momento en que sus miradas se encontraron, el vaso de whisky sobre su piano empezó a temblar, volvía a sentir el piano en sus manos, la vida quería volver a entrar en su cuerpo, pero el se negaba. No tenia ese sentido de familia, se sentía incomodo al pertenecerle a alguien, no le gustaba estar atado otro ser. Le molestaba tener algo que perder.
Esa noche toco mas que nunca, no sabia si lo hacia para no tener que hablar con ella o para complacerla.
Finalmente se le acabo el repertorio, inclino la cabeza, saco un atado de cigarrillos del bolsillo, prendió un fósforo y con todo el humo en la cara, dijo con su voz, ya gastada por los años, el alcohol y la nicotina- gracias, y sus ojos, un circulo casi completamente negro, irritados por el humo se posaron en ella, y casi sin quererlo dijo: - ojala que se vuelva a repetir.
Cerró la tapa del piano, y como cada noche, algún que otro borracho se le acerco y comentaban su atracción por el blues. Él era un hombre de blues, nada que ganar y nada que perder, todo lo que tenia era un sufrimiento que calzaba justo al compás de su piano. Esto era así hasta que la vio a ella, sentada en una mesa, sola rodeada de tres botellas vacías y un plato de maní a medio comer. Capturo esa imagen en su cabeza y mirando para abajo, con las dos manos en los bolsillos del sobretodo que se había puesto, comenzó su marcha hacia la puerta. Pensó que la filosofía de vida de un hombre como él, era la del sufrimiento, era tan inestable que tenia miedo de ser feliz. Con la imagen fija de esta mujer, bajo el cono de luz amarilla que resaltaba el humo del lugar, se fue por la puerta de atrás del bar. Para evitar cualquier encuentro con ella. Eran las siete de la mañana, ese era su horario de salida.
Normalmente se tomaba una vuelta mas antes de irse a la pensión, pero hoy no, quería irse a dormir para olvidar.
Al día siguiente, otra vez el mismo bar, el mismo público de siempre, borrachos y perdedores, en ese lugar, nadie hacia amistades porque nadie creía en la vida, ya nadie creía la felicidad en ese lugar. Se refugiaban en la noche porque alguna vez pensaron que les molestaba que los vieran sufrir, pero la mayoría de los que rondaban ese bar había pasado esa etapa.
Pidió el clásico whisky, un posa vasos y dejando el vaso sobre el piano, empezó a tocar de nuevo, era como que las noches nunca terminaban, esta noche era la continuación de la función de ayer. El vaso que estaba sobre el piano no temblaba, ya no había vigor en sus manos, sus nervios no se contraían, pero otra vez, en la misma mesa, bajo la misma luz, al lado de una mesa de pool, la pelirroja, fumándose un cigarrillo y tomando la misma marca de cerveza de siempre.
Hasta cierto punto, a el le molestaba no estar con ella, porque se acordaba muchas cosas, información que quizás ni a ella le importaba, pero eran las cosas simples de la vida.
Esta noche no se aguanto, y le dedico un tema. Una sonrisa que dejaba ver dientes marrones y más arrugas que antes le hizo recordar que ya estaban viejos.
Esta noche tampoco se animo a hablarle, y otra vez volvió a la pensión.
No se podía dormir, algo le molestaba, sentía que tenía que hablar con ella, pero no se animaba.
Esta vez, llego al bar. Miro el piano y se fue con paso firme hacia la barra.
Que pasa maestro? – le pregunto el muchacho que atendía la barra.
¿Que le paso al piano?, La tapa esta toda rallada, ¿qué le hicieron?
Lo que pasa es que anoche hubo un remo y al parecer le pegaron con una silla, pero no se ponga mal maestro, ni que fuera suyo el piano.
Pocas palabras lo podían haber herido tanto, en ese momento se dio cuenta que su único compañero, el piano, ni siquiera era suyo, y que en cualquier momento se podía quedar sin trabajo y sin piano. Esta vez se sintió mal en serio, lo normal era una depresión lineal que no lo dejaba pensar en otro sentimiento que no fuera la soledad. Pero el piano le hacia olvidar todo eso, lo sacaba de la depresión y lo metía en sus recuerdos de la infancia, esa época en que tenia una amiga, y que una bicicleta era todo lo que necesitaba.
Dolorido, se sentó a tocar, y esta vez sin querer, toco canciones que le hacían pensar en una despedida, ese era el final de su ser, iba a seguir vivo, pero solo físicamente, porque ya no tenia esperanza alguna, y eso no le molestaba, porque se le había hecho costumbre. Pero el hecho de saber que ese piano no le pertenecía, le hacia sentir lo que era la soledad y la oscuridad de la noche.
Encerrado en el mismo bar de siempre, sentado al piano, comenzó a tocar, pero esta vez no miraba al publico, comenzó a ver las paredes, y se dio cuenta de lo triste que era su vida.
Paredes con un empapelado verde que se despegaba por las humedades, nombres escritos con tiza de pool. Ese era el único lugar que él sentía como propio.
En un momento se levanto para pedir que le llenen el vaso de nuevo, y camino a la barra, escucho una voz que le sonaba conocida, pero el tiempo es cruel, y tal cual lo había hecho con su voz, esta que él escuchaba, estaba gastada por los placeres de la noche.
Por lo menos mirame, le decía la voz de ella.
Se dio vuelta esperando sorprenderse, pero esto no paso.
Te miro y me doy cuenta de lo que soy y lo que pudimos ser, y por un lado me duele, pero por el otro me siento bien-dijo él con sus ojos abiertos a media asta.
Ella si se veía sorprendida.
Me cuesta creer que nos encontremos en este lugar, justo acá...
El no entendió eso, había trabajado en ese bar los últimos quince años.
Discúlpame, pero tengo un público impaciente, replico por vergüenza, en realidad no quería empezar a hablar de las “buenas” épocas. Su realidad era esa, sentía mas afecto por el piano y el whisky que por un niño con un globo, ya no quería cambiar.
Terminó de tocar y repitió el ciclo diario, a dormir a la pensión.
Otra vez en el bar, la imagen estable de todas las noches, le causaba intriga, saber si la gete que rondaba el bar alguna vez se iba, si tenían casa o algo.
Con el mismo traje negro que usaba cada noche, se sentó en el mismo piano que hacia quince años tocaba y empezó el mismo repertorio de siempre.
En un momento, sintió que alguien acercaba una silla al piano, y no le dio importancia, porque trabajar en un bar de alcohólicos fracasados es como trabajar en un neuropsiquiatrico, cada uno hace lo que quiere y él más cuerdo les tiene que seguir la corriente, sino quiere tener problemas.
No le dio importancia, hasta que la vio a su amiga subirse al piano a cantar una canción que habían escrito juntos.
Automáticamente, sus manos la siguieron, el ni siquiera sabia que alguna vez había musicalizado ese tema, pero ella sí. Ella sabia que el no la podía olvidar, y también sabia que cada vez que se sentaba al piano, pensaba en ella y se negaba todos los sentimientos que le dedicaba en cada letra de sus canciones.
Se miraban fijo y seguían cantando a coro, al terminar la canción, miraron al público, esperando una ovación, pero nadie los estaba mirando, todos los borrachos del bar miraban para la barra.
Se miraron de nuevo como agradeciéndose por el momento, y un ruido seco acabo con el momento.
Él pudo ver como ella inclinaba su cuerpo sobre el piano hasta quedar totalmente tendida en él. Sus ojos todavía brillaban, como en el momento en que empezaron a mirarse al terminar la canción, pero ya no parpadeaba, tenia el mismo gesto.
No le quito la mirada de encima asta que sintió frío en los dedos. El sabia que pasaba, pero no lo quería entender.
Levanto las manos, las miro y llenas de sangre como estaban, las sacudió y grito: - ¡muchas gracias, espero que lo hallan disfrutado, porque no va a volver a suceder!
Los borrachos no quitaban la mirada de la barra.
Ahí estaba la respuesta, el hombre que atendía la barra, rodeado de humo, que no era de cigarrillo, sino de pólvora, con un arma en la mano, asintió con la cabeza, y mirando al pianista a los ojos dijo: compartí mi vida con esa mujer, y creí que esa canción era su declaración de amor hacia mí, pero ahora, esa declaración no es de nadie.
Tomo un trago y volvió a dejar el vaso en el mismo lugar, se levanto, se puso el sobretodo y se fue nuevamente a la pensión, esta vez los recuerdos no lo dejan dormir.
Ya era de día, como siempre que salía de trabajar. Decidió que esta vez en vez de tomar ron iba a tomar mate.
Cuando el sol se colaba entre las maderas del postigon que cubría su ventana, se fue a caminar, de día, cosa que no hacia desde que trabajaba de noche, camino tres cuadras para un lado, y sus piernas tomaron el control de la situación, lo llevaron al bar, pero esta vez era de día.
Hacia tanto que trabajaba allí, que sabia por donde podía entrar, por donde salir, y sabia que la puerta de atrás se abría desde adentro sin necesidad de una llave.
Entro por una ventana que no tenia traba, se sirvió un whisky, como siempre, y se puso a tocar.
Al terminar, abrió la puerta del frente del bar. Dejo entrar al sol y se sintió invadido, nunca se había dado cuenta de lo oscuro y feo que era ese bar, miro hacia la puerta y sacudiendo la cabeza empujo el piano para ver si las rueditas todavía giraban.
Una vez que verifico que las rueditas giraban, empujo el piano hacia la calle.
Y una vez que el piano estaba en la calle, con gran esfuerzo, lo empujo hasta la pensión.
Estando en su cuarto, con la luz del sol colándose por su ventana, se dio cuenta que el piano todavía tenia manchas de sangre marcas de sus manos. Coloco un posa vasos sobre la tapa, pero esta vez en vez de poner un vaso, puso el arma, que había tomado del bar, con la que había disparado el dueño del bar, el amante de su amor y el dueño de su piano.
Dedico a la memoria de su amiga la canción que habían tocado al momento de su muerte, y al finalizar, sin publico ni bar, se quito la vida, porque a el le quedaban pocas cosas por lograr en la vida, pero prefería pertenecerle al dueño del bar antes que vivir sin piano, sin bar y sin amiga.
*Este texto se basa en mi imaginación y en una canción de Billy Joel llamada igual a lo que leyeron