viernes, 3 de abril de 2009

Amistades peligrosas

Levanto una ceja para ver bien con mi ojo bueno. El no vacila, sostiene esa mirada insistente sobre ella. En la espera de la torta, empiezo a sentir como se empiezan a tensar en mi los músculos y nervios. Para cuando siento trabarse los maceteros, la torta esta en la mesa; y su mirada, en ella. Comienza el canto, a encenderse la vela, que es de esas que no solo no se apagan, sino que parecen un volcán que no hace más que escupir chispas. Un tubo de cartón relleno con pólvora sin compactar.

Termina el cumpleaños feliz, ella debe estar planeando sus deseos; y el, definitivamente esta deseando mas de lo que corresponde. Empiezo a tener la sensación de que el tiempo pasa despacio y la vela nunca va a terminarse.

Posa las manos en la mesa, una en cada costado, como para levantarse. El, que definitivamente debería ser más precavido, empieza a estirar su mano para esbozar una caricia. No lo logra.

En medio de lo que hubiera sido un desubique arranco la vela-volcán, y aun con los pedazos de chocolinas, dulce de leche y crema; se la entierro en esa mano. Esa mano que se atrevió a decir mucho más que su garganta. Esa mano que era el subtitulo de la degeneración silenciosa ante mis ojos.

Lo observo arquearse. Hasta que llega el dolor, uno tiene tiempo para asustarse y sorprenderse. Finalmente le llega. Las pupilas parecen estar por tocar los vidrios de sus anteojos, lagrimea e inspira una cantidad de aire que probablemente le haga falta, porque aparentemente, con el baile que estamos por iniciar, nos vamos a agitar.

Ella esta hermosa, pero la sangre no la hace feliz. A mi si, así que en un ataque de egoísmo me tomo el momento para desplegar toda mi creatividad y modificar a este ser humano.

Con su mano izquierda, y sin que yo lo advierta, el desgraciado toma un plato, que vino a darme justo entre la oreja y el ojo derecho. Sangro a borbotones. Se me reduce la visibilidad con el ojo bueno, pero sigo dispuesto a realizar la tarea que me he encomendado.

Entre la mesa y los restos de plato de su mano, fue muy poco tiempo el que tardo mi cabeza en caer. Mientras rebota mi cara, dejando evidencias, me apoyo en una silla, para no caer al suelo.

Ella grita y llora. Nosotros solo gritamos.

El se acerca, creyendo que caí al piso, pero no. En las peleas, suponer sale caro, y yo estoy dispuesto a colectar mis ganancias.

Con la mano derecha, que era la única disponible, me hago de una botella. No quiero romperla, se me ocurren muchas cosas para hacer con ella, y seria un despropósito estallarla ahora.

Mientras me incorporo nuevamente, le hago sentir la textura del fondo justo en la frente. Arriba de los anteojos.

Sigo sujetando el envase desde el cuello, y a el, de la camisa.

Siento en mi mano como se le aflojan las piernas entre golpe y golpe.

La mancha de sangre que comienza en mi frente, a estas alturas sobrepasa el bolsillo. Ojala no me arruine los cigarrillos, porque ya empiezo a sentir la necesidad de fumar.
Le suelto la camisa, me duele el brazo de tanto arremeter a botellazos.
Enciendo un cigarrillo. Son solo un par de pitadas las que necesito para continuar.
Para asegurarme, le piso la mano mientras disfruto de mi adicción.
Ahora siento los pulmones pesados, sigo agitado, tenso y con una gran presión en el torrente sanguíneo. Quiero más.
Me inclino un poco. El golpe con las sillas se empieza a sentir en las costillas, es solo un hematoma.
Le afirmo la mano en la cara, entre mis dedos pulgar e índice esta su nariz, que poco va a tener que ver en esto. Una pitada larga, para aumentar la brasa, y apago el cigarro en su frente. La piel parece burbujear, como en estado de ebullición, de a poco comienzan a notarse el comienzo y fin de cada músculo de su cara. No podrían arquearse más mis cejas. Aprieto los dientes y muevo la cabeza de lado a lado mientras lo escucho gritar.
El cigarro esta apagado. El esta desmayado y yo, yo estoy exhausto.
Ella tiene miedo, producto de nuestro despliegue de arte en escala de rojos.
La cubro con mi campera para frenar sus temblores, intento limpiarme la sangre de la cara, pero solo logro desparramarla más. Finalmente le doy un beso, y le comento que su amigo no me cae del todo bien.