domingo, 7 de julio de 2013

Ladrillo visto.

Al principio fue gracioso, porque nadie creyó que lo haría, y se impacientaban a medida que el tipo se acercaba, y yo acomodaba el cuerpo.
El hippie iba con los auriculares puestos, y a medida que pedaleaba la bici playera se movía de lado a lado. Se creía viviendo en un video de Dread mar i, pero en los videos de Dread mar i no hay tipos parados en la vereda esperando a tirarte un ladrillo.
Yo en realidad no le tenía ni odio, ni asco, ni nada; pero estaba aburrido, y a la siesta el barrio se moría. Necesitaba hacer algo para sobrevivir hasta que todo volviera a la vida, a esa vida de rutina, de almacén, de videoclub, de cosas disponibles.
El ladrillo me pesaba en la mano, así que me transpiraba, pero los restos de revoque no dejaban que se me escape.
El tipo miraba hacia los costados, con sus auriculares puestos. Seguro estaría yendo a juntarse con algún otro hippie, y el otro también estaba escuchando estas canciones de marihuana y amor a un dios peludo que les da más marihuana y amor. Cuando ese pensamiento me invadió apreté el ladrillo, y decidí que me gustaría que le pegue en la cara y le revolee las rastas para todos lados, haciendo como un sol, pero de pelos. Un sol que irradia sangre, nada de calor para cultivar flores de porro y así poder amar el amor y la tierra, que a la vez nos da amor. Pffff. Ladrillo a la cara, al sol, a la tierra y al amor. Ladrillo.
Y la playera se meneaba, en mi cabeza Dread mar i empezaba a cantar una canción que odio, y me alimentaba, haciéndome apretar cada vez más el ladrillo, y sentía las piedritas ex revoque desprenderse. Y el hippie no se apura, va tranquilo.
Mis amigos ya no se ríen, pero no me dicen nada, siguen pensando que no soy capaz de hacer cosa semejante. Fue uno de ellos el que dijo que todos estos peludos eran una basura. Ahora está serio, porque no esperaba que esa bici doblara a dos cuadras, y que yo esté parado, y el ladrillo en el piso, y las ganas.
El pie izquierdo siempre tiene que ir más adelantado que el derecho, porque cuando uno abanica el brazo para darle fuerza al proyectil, necesita estabilidad. Terrible sería estar en el piso, caído por tirar, mientras la destrucción se sucede; mientras el impacto se vuelve éxito.
Me tardé un rato en enfocar bien, pero valió la pena.
Un ladrillo normal mide 5 cm x 15 cm x 20 cm y pesa aproximadamente 2 kg.
Se lo lancé cuando estaba como a 7 metros, pero el tipo venía andando, así que se encontraron un poco antes.
Yo le había apuntado al pecho, porque me pareció que sería gracioso verlo caer, y si tenía suerte el tipo no soltaría la bici, así que sería doble golpe, pero fallé. Un poco más arriba y un poco más a la derecha. Lo enganchó en el pómulo derecho, más o menos. Y más o menos porque estamos hablando de un lado del ladrillo que tiene 5 cm x 15 cm, entonces era pómulo, ojo y ceja.
A mí una vez me pegaron con un ladrillo, desde unos 15 metros. No lo disfruté.
Pero este no era el caso.
La bicicleta se fue contra el cordón de lo que debía ser vereda, pero era la tierra que estaba a la sombra de un paraíso en el que nos juntábamos a hacer nada con mis (en este momento muy preocupados) amigos. Y el hippie voló después de que la rueda delantera no logró subir el cordón, así que fue volando, un poquito para arriba, pero inmediatamente para abajo.
Si bien la intensión no era pegarle en la cara, la situación me seguía pareciendo divertida, pero si lo pienso del otro lado…creo que no debe ser tan genial como de este. La sorpresa, condimento fundamental para una vida plena y alejada de la monotonía.
Cayó al piso, sin un intento de poner las manos. Fue pura cara y hombro. Raspones.
Y no se movía, pero emitía sonidos, supongo que de dolor.
Que irónico, porque ahora tenía su paraíso, el sol, la tierra y la sangre, todos juntos, como una canción de Non palidece, o Dread mar i.
No esperé agradecimientos.

Me volvió a invadir el aburrimiento, así que me fui a ver si ya había abierto el almacén.