viernes, 19 de marzo de 2010

Violentos, cortitos y al pie

La llave de nuestra relación (padre e hijo)

Cerca de las 7 de la tarde salí del trabajo. Mi trabajo es un trabajo de mierda, pero paga los gastos. Llovía todo lo que podía llover, pero eso no iba a detenerme, mi próximo destino era el bar LA TRINCHERA, cueva de las cuevas, un agujero de mala muerte, lleno de gente que había empeñado el alma en empresas nefastas. Mis amigos.
Norberto, dame una ginebra con coca. Sin saludo. En ese lugar no hacia falta.
Al lado mío había un tipo que miraba la puerta y sufría, estaba bastante tomado, pero parecía sufrir desde antes, hasta que se largo a llorar a los gritos, estaba quebrado.
Era el mío un día de mierda, pero el de este cristiano, no tenia destino.
Se acerco arrastrando el vaso por la barra, puso su mano izquierda sobre mi hombro derecho; y tambaleándose dijo entre llantos: No imaginas todo el trabajo que les lleva a las hormigas reconstruir el hormiguero cuando llueve. Bajo la cabeza sacudiéndola hacia los costados.
Un montón de trabajo, no sabes, repetía.
Me quede mirándolo un rato. Hay que ser un borracho realmente imbécil para sufrir por las hormigas en los días de lluvia.
Te voy a dar un consejo, amigo, le dije mirándolo. Saca la mano de mi hombro y volvete a tu puta silla, mientras puedas caminar. Si elegís no hacerlo, las hormigas van a terminar llorando por vos, AMIGO.
El tipo seco las lagrimas, frunció el ceño y apretó la mano que tenia en mi hombro, la cosa parecía empeorar.
Se quedo un rato parado mirándome fijo. Tenía bastante equilibrio, a pesar de la ingesta, pero no me infundía ni miedo ni respeto. Mi papa se emborrachaba todos los días, y solo a veces no tenia ganas de pegarme, conozco a los borrachos y conozco a los golpes; no le temo a ninguno.
Ginebra Llave, una de las ginebras mas feas del mercado, ¡pero que botella!
Iban tres, cuatro, cinco golpes en la cabeza del tipo, y no se rompía.
El odio se había ido, ya no era bronca, sino curiosidad por lo que le seguía pegando. Cuanto más podría soportar ese envase, no podía creerlo. De repente, y de un modo muy democrático, Norberto, que aparentemente no estaba de acuerdo con la golpiza, decidió darme un cadenazo en la cabeza, para que reflexione.
Ahora que estaba tirado al lado del tipo, aun con la Llave en la mano, me di cuenta de mi abuso de confianza.
Me levante, pedí disculpas y me fui a lo de mi viejo, a presentarle a la llave.


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Chiste, chiste

La primer discusión, fue el segundo día de la luna de miel, ella decía que yo estaba borracho y debía tomar más. Yo decía que se calle la boca.
Comenzamos con gritos, ella siempre ganaba en ese campo. Era increíble como sacaba volumen de adentro de ese cuerpito
Seguimos con el revoleo de cosas, pero también estábamos en desacuerdo, yo quería romper cosas, ella quería romperme a mí, o por lo menos eso interprete en cuanto me dio un certero golpe con una plancha en la cabeza.
Yo le podría haber tirado cosas, acertándole y haciendo daño en ese cuerpito ruidoso, pero no. No pude hacerlo, así que me recorrí todo el salón, y cuando la tenia cerca, lleve mi mano hasta la herida que me había provocado.
Querida, te das cuenta de que acabas de abrir la cabeza por una discusión estupida, ¿no?
Si, bueno, vos empezaste con los gritos y me puse muy nerviosa, respondió.
Nena, estoy sangrando, por una discusión, ¿no crees que se te fue la mano?
La cara empezaba a cambiar, las tensiones se disipaban y el amor retomaba su lugar.
Bueno, no lo pensé tan así, estaba enojada; vos me gritaste.
Te pido perdón amor, en serio. Veni, dame un abrazo, decía mientras se acercaba.
Cuando estaba ya a un paso, haciéndome el mareado, di un pequeño pasito hacia atrás, y en el momento justo, midiendo milimétricamente nuestra distancia: PUM!
Le di un derechazo que ocupaba las dos cejas, la nariz y los pómulos. Sentí la nariz de mi mujer romperse en mil esquirlas entre mis nudillos. Fue tan certero el golpe, que ni bien fue recibido, brotes de sangre celebraron la manifestación de la violencia familiar.
Cayó seca, rompiendo jarrones y portarretratos, esa imagen desplazo en mi cabeza al video del casamiento, en el que bailábamos el vals y cortábamos la torta con los muñequitos bien vestidos.
Una vez que aterrizó en el suelo me incline para que me viera, y mirándole las demolidas facciones dije: ¡Te la creíste!