miércoles, 11 de octubre de 2017

Vigilantes y Medias Lunas

Salí de la panadería a las 4, como siempre, y me fui pedaleando a casa; aguantando la humedad de la primavera y esquivando las buluquitas de paraíso.
Me cambié rápido, para ser más sorpresivo aún.
Estricto jean azul, bici blanca, pedaleando con rumbo a Barrio General Paz, con planes de besar y esperanzas de culiar.
Tuve que parar en un bar cerca del panal, uno azul que vende empanadas de carne fritas a 7 pesos. Un precio más que justo para una merienda como esta.
Un puente, un par de cuadras y tres eructos de cebolla de verdeo después y estaba en la casa. Limpiándome la grasa de las manos con el pantalón y la de la cara con la manga del buzo.
Toco el portero
Suena el portero
Me responde el portero
Y hablamos los dos
Sabiendo que el otro
En realidad
No está ahí
Tampoco.
:-Eu, estoy abajo!
:- Ahí bajo.
:- Pero si queres subo
:- Ahí Bajo.
Larguísimo ascensor, eterno. Como si no le importara mi mezcla de paranoia y ansiedad. Mi intensa búsqueda con la lengua de algún perdigón de carne molida que pueda haber quedado de las empandas.
Mientras todo eso me sucede,  la profunda convicción de estar por ser dejado me recorre la espina, como una advertencia de peligro. Se va tensando por los músculos de la espalda hasta llegar hasta el cuello y sube por el cuero cabelludo. Momento cumbre de la transformación.
Ahora estoy a la defensiva, y ni siquiera sé porqué. Si toda esta mierda se suponía que era sorpresa!
Y cuando llega, la veo a través de un vidrio, con ojos de absoluto miedo y nostalgia.
Me va a dejar en cuanto llegue.
Y saca las llaves de un bolsito en el que entra poco más que una etiqueta de cigarrillos.
65 llaves saca, en un solo manojo.
Y yo tengo un demonio de Tasmania asmático encerrado en el pecho.
Prueba y nada.
Y de vuelta.
Nada
Y otra llave
Y no se acaban nunca
Como las puertas
Como los vidrios
Como las rejas
Siempre
Con uno
A cada lado

Siempre sin mirarme, hasta que encuentra la llave y abre la puerta. No hubo ni sonrisa ni abrazo de los de siempre. Casi pude ver los títulos de la película después de ese saludo, así que decidí que no iba a meter la bici para el hall. Si se me va a romper algo, que sea de adentro del cuerpo, que esas cosas se curan. Si se me rompe la bici me corto los dos huevos.
Che, quería hablar con vos, antes de que se arruine la amistad, y por toda la gente que tenemos en común. Dijo, y se me acabó el modo de planificación de cosas. También se acabaron las esperanzas, y todo lo traía la mezcla de esas dos cosas; se activó el modo “voy a contener esto todo lo que pueda”.
Eso nunca dura tanto.
:- Nah, me estas jodiendo, dije. Y continué
:- Te embolas un par de veces y largas todo al ojete así nomas?
:- No es eso. Es que vos funcionas raro, y no sé si me pinta ese mambo mezclado con los míos.
:- Mambo? Mambo de “que rico el mambo?”
:- Ves! Yo necesito alguien con los pies más en la tierra
:- No, me parece que entendí todo nena, vos queres a alguien más “con los pies en la soja”
Cachetada, retirada, y no la vi nunca más.

Tampoco le volví a hablar nunca más, pero pasé por esa calle el otro día y me acordé.