lunes, 18 de abril de 2016

Jorge, la leyenda.

Jorge no existe,
Es una idea que tenemos todos.
No puede existir,
Y si asi fuera,
No es mas que un error.
Un error de este sistema
De esta vida
De esa idea,
Que nos instalan los padres.

Jorge no existe,
Lo creamos nosotros,
Cuando eramos chicos
Se alimenta de los miedos
Porque es el viejo de la bolsa
El gitano
El cuco

Y es Muy piola.

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Estaba sentado al lado del viejo, en la barra.
Siempre nos sentamos en los mismos lugares, para molestar sólo lo necesario. El viejo se pide su chupito de whisky y mira para el fondo del bar, para el escenario.
Las luces se bajan y la mirada del viejo se pierde en los leds, que brillan frío pero directo a la cara de los músicos.
Cada uno se dedica a lo suyo, a no ser que suceda algo anormal, o un buen culo.
Llega mi media muza y agradezco. Me sirvo otro vaso de birra relativamente fría.
No me gustan las aceitunas, nunca me gustaron, así que las voy moviendo de porción en porción hasta que se apiñan todas en la última, como si fuera el transporte público de todas las malditas aceitunas de la pizza.
Yo también miro al escenario, siempre intentando no taparlo al viejo.
La banda toca mientras la gente habla y grita y se ríe y no les importa nada.
Cerca de las tres de la mañana seguimos estáticos, codo con codo, en la barra.
Ya se acabó la pizza y las primeras birras.
El viejo, con el que va a ser su último chupito se levanta y me da la mano, con la mirada todavía perdida, como si pudiera ver a los fantasmas de los músicos seguir tocando.

Se pone la campera y justo antes de darse la vuelta para huir me dice: “parece que esta fue otra semana de erecciones desperdiciadas”